El necochense, Héctor Fabián Donaire, y el quequenense, Miguel Ángel Rodríguez, viajaron por una semana a las islas Malvinas, con el objetivo de establecer un contacto con los residentes y dejar un mensaje de paz.
Haciendo un balance del viaje en general, explicaron que pudieron notar una gran evolución en el comportamiento de los kelpers como así también de los sudamericanos que residen allí, e incluso tuvieron una reunión con las autoridades que resultó muy positiva.
Inicio difícil
El inicio del viaje, el sábado 18, resultó complejo ya que hubo un conflicto en el aeropuerto, con las escalas que realizaba el avión, por lo que sus planes de parar en Río Gallegos e intercambiar cartas con chicos de una escuela de allí, no fue posible.
Dado a los inconvenientes, tuvieron que viajar a Santiago de Chile y quedarse toda la noche en el aeropuerto hasta que partieron para Punta Arenas y de ahí a Malvinas. "Nosotros podemos honrar a los compañeros en el cementerio, que de hecho lo hicimos, pero fuimos con la idea de mirar para adelante. En ese sentido, creo que cumplimos en dar el primer paso para decirle al gobierno argentino que hacer algo es posible”, indicó Rodríguez.
Al llegar, alrededor de las cuatro de la tarde, tuvieron una requisa por parte de los empleados del aeropuerto aunque los trataron muy bien y no tuvieron ningún tipo de inconveniente.
Allí tuvieron su primer contacto al encontrarse con una mujer paraguaya que se iba a quedar a vivir en las islas ya que su esposo es inglés. Con ella entablaron su primera conversación.
Al salir del aeropuerto, una combi, que les cobró 35 dólares, los llevó hasta Puerto Argentino, que está a unos 120 kilómetros. "El camino estaba en muy malas condiciones, con partes de ripio y el paisaje es muy agreste porque hay una disputa entre el gobierno local y la base inglesa porque no se ponen de acuerdo en quién debe arreglar las calles. La velocidad máxima es de cuarenta kilómetros”, contaron.
Con precaución
Cuando llegaron al hotel, fueron recibidos muy bien por las empleadas que son todas de nacionalidad chilena. No pasó mucho tiempo hasta que llegaron hombres de la policía para explicarles cómo debían comportarse en las islas. "No podíamos desplegar banderas argentinas en lugares comunes a la sociedad civil, pero sí en el cementerio. Parece chocante al principio pero hasta nos dejaron sus tarjetas para que los llamemos por cualquier cosa”, contó Rodríguez.
Si bien Donaire ya había viajado una vez, en esta oportunidad notó un gran cambio en la actitud de los residentes de las islas ya que, ahora, se tomaron el trabajo de explicarles que si algún habitante del lugar les decía algo o los provocaba, debían hacer la denuncia. "Antes te daban un papel con todas las indicaciones y si te decían algo te la tenías que bancar. Era como un contrato de alquiler en las que todas eran en contra”, señaló Donaire.
Después de caminar un poco, al día siguiente empezaron a recorrer Puerto Argentino y fueron a la iglesia anglicana y formaron parte del servicio dominical.
Al concluir la misa, Donaire y Rodríguez fueron invitados a compartir un café con los feligreses, por lo que tuvieron la oportunidad de contarles el motivo de la visita y de conversar un rato. Ese momento se había transformado ya en un primer contacto con un buen grupo de residentes.
Al caer el atardecer de aquel primer día, fueron a un bar pero allí notaron bastante frialdad.
En el supermercado, cuando fueron a hacer algunas compras, fueron atendidos por cajeros chilenos y peruanos que, si bien los trataron muy bien, les explicaron que no podían hablar mucho con ellos para no tener problemas con los dueños. "Pedimos autorización para sacar fotos en el supermercado y nos dijeron que no. Los sudamericanos que viven ahí tienen precauciones y tratan de mantener distancia con el trato hacia los argentinos”, explicaron.
Con las autoridades
Michael Poole, integrante del consejo legislativo de las islas, estuvo dispuesto a recibirlos e incluso puso a disposición un traductor para que no haya ningún tipo de ruido en la comunicación.
Tuvieron un diálogo muy ameno por alrededor de una hora, con café de por medio, e incluso la propuesta de estrechar lazos surgió desde la propia iniciativa de Poole. Sin embargo, explicó que es un proceso que va a llevar algunas generaciones componer todo lo que ha ocurrido en 1982. "Hablamos de intercambio de chicos de primario o secundario, de un avión sanitario que pueda viajar a la Argentina desde su hospital y allí nos explicó que la pelota estaba en nuestra cancha y que quedaban a la espera de una propuesta de parte del gobierno argentino”.
Mas tarde, Rodríguez y Donaire, se juntaron en un bar a jugar al billar con los que estaba allí y la reunión hasta continuó afuera una vez que cerró el lugar. "Nos dimos cuenta que para ellos lo que pasó, pasó. Esto tiene que ver también con que nunca falta el que se cree Rambo y va a buscarles pelea o a provocarlos. No sé cual es la mejor postura pero nosotros vamos a partir del diálogo y no a pisar fuerte”.
Llanto y abrazos
En el hotel se encontraron con dos señoras que estaban allí con sus hijos, por lo que Donaire y Rodríguez se acercaron para dialogar con ellas y contarles acerca de su misión en el lugar.
Las mujeres resultaron ser mujeres de Manchester, esposas de militares que están en las islas y la charla se tornó muy emocionante. "La palabra clave fue ‘paz’. Dijimos que queríamos tender puentes de paz y ellas nos abrazaron y se largaron a llorar. Obviamente nosotros no nos quedamos atrás. Fue muy simbólico y muy fuerte ese encuentro y hasta hubo una relajación por parte de ellas al ver que uno no iba a mostrarles los dientes sino a mostrar el corazón. Dejamos claro que no era nada oficial, pero valió la prueba de ver como reaccionan si vamos por las buenas, y el resultado fue muy positivo”, indicó Donaire
Finalmente, cabe señalar que en el viaje de vuelta, pudieron hacer escala en Río Gallegos y allí les dejaron las cartas de los chicos de nuestra ciudad para intercambiar mensajes.///
FTE ECOS DIARIOS
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