El gobierno resolvió congelar por dos meses, durante mayo y junio, los precios de los combustibles y diferir los aumentos para el segundo semestre del año.
En definitiva se trata de un diferimiento con el propósito de que la nueva suba de los combustibles no se sume a la presión que ejercerá la devaluación sobre el índice de inflación de mayo.
El precio de los combustibles está atado a la cotización del dólar y del barril de petróleo en el mercado internacional. Con esas dos referencias en alza las petroleras reclamaban una suba inmediata en los precios de hasta el 30%.
Con una economía que se mueve en un 95% en camión, cada pequeña suba en los costos de los combustibles se trasladan de manera inmediata a precios. Este diferimiento es apenas un intento del gobierno por maquillar la inflación mientras intenta mantener en absoluta soledad la meta inflacionaria del 15% para todo este año.
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