EL CLIMA

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3/11/2015

Es necesario que la educación sea una prioridad


Una vez más el pasado lunes se dio inicio al ciclo lectivo en territorio bonaerense, sólo que en esta oportunidad hay una diferencia: las mismas comenzaron en la fecha estipulada. Desde hace años el sistema educativo provincial de gestión pública no puede garantizar el comienzo de las clases en tiempo y forma, mucho menos el cumplimiento del calendario escolar impuesto por el Consejo Federal de Educación. ¿Las razones? Las de siempre: la falta de recursos que el gobierno destina a la educación de nuestros hijos.
Año tras año, los paros docentes en protesta por mejoras salariales, los graves e innumerables problemas de infraestructura, y los interminables conflictos de todo el sistema educativo en general, han sido las deudas que impiden el comienzo de las clases tal como es planificado el año anterior. Sin embargo el 2015 parece ser diferente, ya que, curiosamente, ni sindicalistas oficialistas ni el propio gobierno han escalado en el conflicto docente hasta el punto de retrasar el inicio de clases. Ello no quiere decir que haya existido una mejora salarial imposible de rechazar, ni mucho menos, sino que es el reflejo de un año electoral por delante, que además vaticina una candidatura a presidente de nuestro gobernador, quien ha convertido “mágicamente” al 2 de marzo en una fecha intocable.
Si bien se ha dado inicio a las clases, el conflicto docente existe, mal que le pese al gobernador. Y por ello, gremios como FEB y UDOCBA, con amplia representación docente, han rechazado según el mandato de sus afiliados la propuesta realizada por el gobierno de Daniel Scioli en las paritarias, llamando nuevamente al paro como medida de protesta.
Llamativo es que nuestro Gobernador, en su discurso ante la Legislatura de la provincia, haya agradecido a los gremios docentes por el inicio de clases, y que la Sra. Presidenta haya hecho lo mismo ante el Congreso de la Nación, siendo que los docentes anunciaban por las redes sociales movilización en reclamo de un mejor salario y reinstalación de la Carpa Blanca frente al Congreso, por la grave crisis que atraviesa la educación argentina. Se ve que este año nuestro Gobernador estaba verdaderamente preocupado sobre cuándo empezaban las clases.
Pero las apariencias engañan, y debemos pensar también en cómo empezaron las clases. Y esto se debe a que la situación que atraviesa la educación bonaerense en este comienzo de ciclo, no ha cambiado en nada a la que se encontraba a finales del año pasado, y a la que se sostiene (lamentablemente) desde hace ya mucho tiempo. Seguimos con escuelas públicas que se caen a pedazos, que deben ser sostenidas y arregladas por padres, directivos y docentes para que los chicos puedan asistir sin que corra peligro su vida. Seguimos con escuelas públicas que no tienen suficientes tizas, ni pizarrones, ni bancos, ni sillas; donde los chicos, en tantísimos lugares, van a comer en lugar de a aprender.
Todos los años que comienzan, repetimos nuestro sentir como socialistas respecto a este ítem: sostenemos que es necesario que la educación sea una prioridad, y comprendemos que eso hay que demostrarlo con actos de gobierno. Esta realidad, esta palpable desigualdad entre quien asiste a una escuela pública y quien puede acceder a una institución privada que le garantice, entre otras cosas, el efectivo cumplimiento del ciclo lectivo, en condiciones edilicias aptas y con un marco de contenidos satisfactoriamente abordados, no hace más que profundizar la brecha de nuestra sociedad. Cada día la escuela pública se aleja más de ese símbolo de igualación, integración e inclusión social que supo ser.
Los bonaerenses necesitamos un gobierno que tenga en su agenda la educación, y ello va más allá del comienzo de clases, también implica mantener y mejorar las escuelas, construir nuevos edificios, aumentar la jornada educativa, aumentar el ciclo lectivo, entre otras. Sin lugar a dudas nos estamos retrasando en el esfuerzo que se le dedica a la educación, lo que tendrá un efecto dentro de una década, donde vamos a tener una sociedad con un nivel de formación cada vez menor, con posibilidades y perspectivas cada vez más pequeñas.

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